Antigua capital de Polonia, Cracovia (o Kraków, en polaco) fue una de las ciudades medievales más importantes de Europa, sobre todo a nivel religioso y cultural.
Las primeras referencias a Cracovia datan del siglo X, cuando un comerciante judío se refirió a ella como uno de los focos económicos más importantes de esta parte de Europa. Fue precisamente gracias al comercio cuando Cracovia comenzó a adquirir las dimensiones de una ciudad, hasta que en el siglo XI fuera declarada capital de Polonia.
De cuna del arte a escenario de la Segunda Guerra Mundial
Aunque fue arrasada por los tártaros, el rey Casimiro el Grande, al que Cracovia debe buena parte de su patrimonio cultural, la reconstruyó con un trazado prácticamente igual al que hoy podemos contemplar. Fue este monarca quien puso las primeras piedras del Castillo de Wawel y quien creó el distrito Kazimierz para albergar a los judíos de la ciudad, así como la Academia de Cracovia, origen de la posterior universidad donde estudiarían algunos personajes tan relevantes como Copérnico o el Papa Juan Pablo II.
Durante el siglo XVI, el florecimiento de las artes y de las ciencias marcó una etapa dorada para la ciudad, pero en siglos posteriores Cracovia, como el resto de Centroeuropa, vivió un largo período de agitación durante el que fue invadida por rusos, suecos, prusianos, las tropas de Napoleón y, finalmente, alemanes: aunque con el Tratado de Versalles que puso fin a la Primera Guerra Mundial Polonia fue declarada un estado independiente, veinte años después Alemania y la URSS acordaron su invasión y las fuerzas nazis entraron en Cracovia, alrededor de la cual levantaron varios campos de concentración… entre ellos, Auschwitz, que puede visitarse hoy en día.
Cracovia, Patrimonio de la Humanidad
Con la derrota de Alemania y la retirada de sus tropas, la ciudad logró conservar más o menos intactos buena parte parte de sus edificios históricos, hasta que en el 1978 la UNESCO le otorgó el merecido título de Patrimonio de la Humanidad.
Tras la Segunda Guerra Mundial, de Varsovia, la capital, apenas quedaban los escombros, y muchos escritores y artistas polacos peregrinaron hacia Cracovia, más al sur y menos desvastada por los bombardeos. Así fue como Cracovia se convirtió, también, en refugio de intelectuales de la talla de Stanislaw Lem.
Hoy en día, Cracovia es el lugar perfecto para los amantes de la literatura: está plagada de librerías de viejo, cafés literarios y antiguas bibliotecas, y en todos sus rincones se percibe una profunda veneración por el libro.
La misma UNESCO decidió declarar también Cracovia «ciudad literaria».
Desde entonces, Cracovia es la ciudad polaca que más turismo recibe, pues se ha convertido en un lugar tremendamente atractivo para el viajero, que encontrará en ella tradición religiosa, un rico patrimonio histórico y artístico y una arquitectura excepcional.